Antes de salir de casa no paran de invadirme esos pensamientos:
«No puedo hacerlo. no llegaré al trabajo», «no voy a ser capaz de subir al metro», «mi cuerpo se va a paralizar y tendré un ataque».
Intento luchar contra ellos «ya verás como no pasa nada, tranquila puedes hacerlo». Consigo calzarme, ponerme el abrigo y salir. Empiezo a caminar despacio mirando continuamente hacia atrás. Mi casa está cada vez más lejos, cada vez me siento más insegura, siento más miedo. Tengo una extraña sensación de irrealidad ¿ésto me está pasando realmente o me estoy volviendo loca?. Mi respiración comienza a acelerarse, cada vez me cuesta respirar, me falta el aire, creo que voy a asfixiarme. Empiezo a notar cómo mi brazo izquierdo se duerme y siento pinchazos en el corazón, me asusto cada vez más ¿y si sufro un infarto aquí?.
No puedo soportarlo más, tengo que huir, debo llegar a casa. Pero tengo tanto miedo apenas puedo andar, me siento paralizada. Alcanzo una farola, me agarro fuertemente y ahí paso unos minutos. Después, tras respirar profundo salgo corriendo y entro en casa. Tengo un sudor frío en todo el cuerpo y siento una fuerte tensión en mis músculos. Cierro la puerta tras de mí y pienso ¡por fin! ya pasó. Al cabo de unos minutos comienzo a llorar. ¿Hasta cuándo durará ésto?»
Con este relato hemos podido aproximarnos a las sensaciones, pensamientos, emocion es que tienen lugar durante un «ataque de pánico». Quizá ésto nos ayude a comprender mejor lo que les sucede tanto a hombres y mujeres que sufren trastornos de ansiedad (en el caso expuesto agorafobia).
No siempre es fácil entender el comportamiento de una persona que es incapaz de salir sola a la calle, que evita ir a cines, teatros, supermercados, subir en autobuses, metros, etc…
Los familiares y amigos a menudo se sienten desorientados, confusos, en ocasiones dudan si es mejor acompañarlos u obligarlos a enfrentarse a las situaciones. Tampoco es nada sencillo para aquellos que sufren el trastorno de ansiedad ver cómo su vida se limita, dejan de hacer actividades evitan situaciones y relaciones sociales, dependen de otras personas de su confianza para salir a hacer las cosas más sencillas como comprar, ir al médico, etc. Además de estas limitaciones a nivel personal, familiar y social no podemos olvidar las dificultades a nivel laboral o académico.
Por todo ello es importante conocer bien este trastorno psicológico, que un profesional les explique porqué se producen esas reacciones físicas, emocionales y cognitivas y qué causas hacen que se mantengan. En la intervención de estos problemas la «fase pedagógica» es una de las más importantes, ya que ayuda a los pacientes a comprender mejor lo que les sucede. De este modo podrán enfrentarse al problema, ya que no va a desaparecer por sí mismo, y solucionarlo.
Para estas personas la comprensión y el apoyo incondicional tanto de la familia como de los amigos es de gran ayuda.