Qué podemos hacer los padres ante el fracaso escolar
Una de las principales preocupaciones de todos los padres es el éxito o fracaso de su hijo en cuanto a sus aprendizajes.
¿Por qué el 10% de nuestros hijos siguen fracasando a pesar de tener una inteligencia normal, asistir a clase con regularidad y no presentar trastornos sensoriales emocionales o neurológicos que los justifiquen?. Pues bien, como casi todos los problemas, éste tiene multitud de causas.
Estudiar es una actividad compleja. Estudiar de forma comprensiva y no por repetición (de memoria) requiere habilidades como saber concentrarse, analizar, sintetizar, memorizar y expresar correctamente lo que se ha aprendido. No obstante, la jornada diaria de un estudiante actual está repleta de actividades y aprendizajes no menos importantes (aprender idiomas, deportes, diversiones, ayudar en casa, relacionarse con sus amigos, etc.); compatibilizar todas estas tareas y aprendizajes requiere sin duda saber organizarse, distribuir el tiempo. De hecho, los estudiantes más eficientes no son siempre los más inteligentes ni los más aplicados, como bien saben padres y profesores, sino aquellos que han desarrollado un buen hábito de trabajo.
Desafortunadamente algunos alumnos no pueden por sí solos adquirir estas complejas habilidades y empiezan a tener problemas que en muchos casos ni siquiera se detectan a tiempo. Así, cuando son mayores, han desembocado en un fracaso escolar en toda regla.
Por eso vemos cómo se van desmotivando poco a poco hasta que llegan incluso a tener aversión por todo lo relacionado con el mundo académico. Empiezan a pensar que no valen para estudiar, y se empiezan a desencadenar conductas inadecuadas como el absentismo, agresividad, etc.
No tiene menos repercusiones en los padres que prueban mil y una forma de ayudarles y muchas veces se vuelven locos en estos intentos de sacar al hijo de esta rutina sin final. El alumno huye de sus padres para no tener que dar cuenta de sus malos resultados, los esconde y los padres se enfadan y vienen los castigos y al final también se va deteriorando la relación familiar.
Ante este panorama, cabe preguntamos, ¿qué podemos hacer?. Pues bien, lo más importante es PREVENIR en el sentido de intentar poner una solución lo antes posible. Cualquier momento es bueno para iniciar este proceso, si bien lo ideal es hacerlo a principios de curso, sin esperar a las primeras notas; hay que aprovechar la motivación que el alumno suele tener a principio de curso para potenciar todas sus habilidades y especialmente para empezar a hacerle sentir que puede enfrentarse a los retos que se le presentan. Sólo si potenciamos su confianza y le enseñamos las técnicas adecuadas, el círculo vicioso empezará a debilitarse y podremos ayudar a nuestros hijos.
Las clases particulares se presentan como una opción muy positiva, capaces de aportar al alumnos la regularidad y la dedicación que necesita.
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